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Cómo se contagian los piojos



Nada menos que entre el 5 y el 15% de la población infantil está infestada de piojos, unos insectos indeseables a los que conviene saber hacer frente. Descubre cómo.

Radiografía de un piojo

Estos bichitos desagradables traen de cabeza, nunca mejor dicho, a los pequeños... y a sus madres, que a veces no saben ya qué hacer para hacerlos desaparecer. Por eso, lo primero, como en toda batalla, es conocer al enemigo:

Los piojos son insectos ovíparos de color marrón que viven exclusivamente en el cabello humano y pueden verse a simple vista (miden entre dos y tres milímetros). No tienen alas ni pueden volar, pero sus seis patas, que terminan en pequeñas garras, les permiten agarrarse firmemente al pelo. Poseen además una cabeza pequeña con un aparato bucal preparado para picar el cuello cabelludo y succionar la sangre de la que se alimentan.

Un piojo vive entre 33 y 35 días y pasa por tres etapas:

Liendre: durante 6–7 días. Es el huevo del piojo (una hembra adulta pone unos 110-150 de media durante su vida). Se encuentra adherido a la base del cabello. De ellas, sólo un 60% llega a piojo adulto. Las liendres se diferencian de la caspa en que las primeras presentan gran resistencia cuando se intentan quitar y no se pueden eliminar con un simple lavado.

Ninfa: durante 9–10 días. Es el piojo recién salido del huevo. Resulta invisible al ojo humano. Su cuerpo sufre tres mudas de crecimiento hasta que se convierte en adulto y se puede reproducir.
Piojo adulto: durante 15–16 días. Las hembras depositan diariamente de cuatro a ocho huevos a una distancia de entre uno y dos milímetros del cuero cabelludo. Sus lugares favoritos: los pelos de detrás de las orejas, de la coronilla y de la parte posterior de la cabeza. Para asegurar su adherencia al cabello, segregan una sustancia pegajosa e insoluble al agua que fija la liendre al tallo del cabello.

Cómo se contagian los piojos

Es una de las principales características de los piojos: son muy contagiosos, en cualquier lugar y momento del año, sobre todo por el contacto de una cabeza infestada con otra, de ahí que, por sus hábitos, se den más en niños, aunque pueden visitar cualquier cabeza y de cualquier extracto social.

También se pasean por asientos y pupitres del colegio, por la ropa y objetos personales (peines, cepillos, bufandas, gorros, auriculares, sacos de dormir, juguetes de peluche) y hasta por la piscina, ya que puede haber pelos infestados en el agua que actúan como vehículo de trasmisión.

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